Tapia “eterno” y la verdadera discusión urgente
Cuando Chiqui Tapia ocupa un sillón, no es fácil levantarlo. Fue durante 16 años presidente de Barracas Central, está por cumplir diez años como vicepresidente del Ceamse (llegó allí por un acuerdo entre Hugo Moyano y Horacio Rodríguez Larreta) y acaba de ser virtualmente reelecto para un tercer periodo al frente de la AFA. En 2028 (cuando terminará el mandato) habrá superado una década en la conducción del fútbol argentino.
Aseguró su continuidad una semana después de un escándalo mayúsculo entre Talleres - River, con el árbitro Merlos denunciado por una trompada a Andrés Fassi, presidente de Talleres, y con el dirigente acusando a Tapia a viva voz: “Chiqui, con los arbitrajes metés miedo a todo el mundo”.
Un episodio con la gravedad suficiente para exigir explicaciones a Tapia y sus “gerentes”, en especial a Federico Beligoy, director nacional del arbitraje, pero que la patológica normalidad del fútbol argentino, envuelto en sospechas y acusaciones permanentes, digirió con silencio temeroso y cómplice.
“Todo el fútbol argentino está representado en una sola lista”, se enfervorizó Luciano Nakis, presidente de Armenio y reelecto secretario general de AFA, pero recordado sobre todo por su esmerada tarea de “seca nuca” de Tapia en la platea de Argentina y Canadá en la Copa América.
El “todo” es falso, claro. El armado del nuevo comité ejecutivo (asumirá en marzo de 2025) pone en la superficie lealtades y enfrentamientos. Adentro Riquelme, nuevo vicepresidente primero, rival electoral de Mauricio Macri y vocero con micrófono asegurado contra las SAD. Afuera, Juan Sebastián Verón, voz crítica (“En vez de convocar a DT y capitanes, mejor revisen cómo dirigen y usan la tecnología, porque resulta muy obvio ya…”, dijo el fin de semana). También excluido, por supuesto, Andrés Fassi, o su club, Talleres.
El repaso de nombres que escoltarán a Chiqui sirve para confirmar una cercanía con el kirchnerismo y el Gobierno bonaerense de Kicillof . Carlos Montaña, de Independiente, hombre de Sergio Berni y actual jefe de Gabinete en el Ministerio de Seguridad de la Provincia, será uno de los vicepresidentes; y Mariano Cowen, presidente de Gimnasia La Plata y administrador del Hipódromo de esa ciudad designado por Kicillof, vocal titular.
El lazo con el Gobierno de la Provincia ofrece otro salvavidas a esta altura imprescindible: la futura mudanza de la sede de la AFA a Ezeiza permite escapar del control de la IGJ en la Ciudad, y acovacharse bajo Personas Jurídicas de la Provincia, es decir de Juan Martín Mena, ministro de Justicia, abogado de Cristina Kirchner y hombre de La Cámpora.
El nuevo armado se presenta como un escudo anti SAD (Sociedades Anónimas Deportivas), el cambio que impulsa el gobierno nacional. Puede serlo, pero la secuencia ofrece otra lectura posible.
L a AFA estaba desbordada de cuestionamientos antes de que se plantearan las SAD como alternativa.
Al contrario, el planteo sobre las SAD le permitió a la AFA desviar el foco de las extendidas sospechas de sus arbitrajes, y enmarcar cualquier crítica en la disputa entre supuestos defensores de las sociedades civiles e impulsores de las sociedades anónimas. En esa lógica, Fassi y Verón se quejan por intereses políticos.
Los argumentos para impulsar las sociedades anónimas ofrecieron a Tapia, Toviggino y compañía la posibilidad de aferrarse a un discurso políticamente correcto, el de la defensa de la función social de los clubes (que no está en riesgo), al tiempo que intentan distraer sobre la denunciada funcionalidad de los jueces.
La discusión urgente que se debe el fútbol argentino no es sobre las SAD. Es cómo recuperar la jerarquía de sus torneos, la confianza en los arbitrajes y una mínima idea de integridad reclamada por protagonistas e hinchas.