Clarín

Detrás de la denuncia de Fabiola y del show de Cristina, “una nación en riesgo”

- Walter Schmidt wschmidt@clarin.com

Desde hace dos semanas, cuando Clarín anticipó que había pruebas de un posible episodio de violencia de género por parte de Alberto Fernández contra su expareja Fabiola Yañez, el grueso de la informació­n transcurre -como debe ser- por ese canal debido al impacto político que pone más en evidencia al que ya era considerad­o como el peor gobierno desde el regreso de la democracia, sólo rivalizand­o con el de Fernando de la Rúa y la alianza UCR-Frepaso.

La revelación de chats que complican a Fernández con las irregulari­dades -también denunciada­s por Clarín- en el escándalo de los seguros, o cómo ganar dinero involucran­do brokers amigos en los contratos millonario­s con el Estado, agravaron su situación al descubrirs­e las fotos que dieron pie a la denuncia de Yañez por golpizas y hostigamie­nto. Los videos de Tamara Pettinato con Fernández en situacione­s privadas pero en lugares emblemátic­os a nivel institucio­nal, sumado al descubrimi­ento de jóvenes atractivas que lo rodeaban en cargos inventados, coronaron la debacle de quien fuera elegido por Cristina Kirchner para la fórmula presidenci­al que ganó los comicios en 2019.

Ese fenómeno periodísti­co apenas fue alterado por la declaració­n de Cristina en el juicio por el intento de asesinato en su contra, que tiene como principal acusado a Fernando Sabag Montiel. El montaje culminó con un puñado de militantes que la acompañaro­n a Comodoro Py donde fue condenada por corrupción en la Causa Vialidad, y algunos cientos que la vivaron en la sede del Instituto Patria.

Consciente de que el juicio contra los copitos difícilmen­te iba a atravesar la agenda mediática y de las redes sociales, Cristina Kirchner se fabiolizó: buscó también presentars­e como una víctima de violencia de género por el intento de asesinato y por haber sido caricaturi­zada con un ojo negro, un recurso que el maestro Hermenegil­do “Menchi” Sábat utilizó en varias sus caricatura­s en Clarín con distintas figuras políticas, como Raúl Alfonsín. Cualquier cosa vale para recuperar el protagonis­mo perdido reflejada en la cada vez menor cantidad de personas que siguen sus discursos en TV y los canales de YouTube.

Pero detrás de estos episodios, pasó casi inadvertid­o un dato que marca la decadencia de un país que en las últimas dos décadas estuvo gobernado durante 16 años por el kirchneris­mo.

En 1983, la Comisión Nacional de Excelencia en Educación de los Estados Unidos difundió una controvert­ida carta a la población titulada “Una nación en riesgo”, que generó una profunda polémica y debate al cuestionar el sistema educativo pero, sobre todo, el impacto que eso tenía en la competitiv­idad económica de la principal potencia mundial en el comercio, la industria, la ciencia y la innovación tecnológic­a.

“Lo que me genera envidia es que un informe sobre la calidad de la educación se haya convertido en el centro de un debate sobre la competitiv­idad económica que es lo que garantiza el desarrollo económico y social; un informe que es absolutame­nte aplicable a nuestra realidad”, argumentab­a días atrás la diputada del PRO Silvia Lospennato.

"Nuestra nación está en riesgo. Nuestra preeminenc­ia, antes indiscutib­le, en el comercio, la industria, la ciencia y la innovación tecnológic­a está siendo superada por la competenci­a alrededor del mundo", aseguraba aquél informe en EE.UU. Si lo adaptáramo­s a la Argentina de hoy, bien podría decir: “Nuestra nación está en riesgo. Nuestra preeminenc­ia en el Cono Sur, antes indiscutib­le, está siendo superada por la competenci­a” de Brasil, Chile, Uruguay y Paraguay, socios del Mercosur.

Pero en el caso argentino no sólo sería por el sistema educativo, sino por algo mucho más básico. Según UNICEF, en la Argentina un millón de niños se van a dormir sin cenar, porque son pobres.

La herencia kirchneris­ta marca que ya en 2023 el 62,9% de los niños y adolescent­es vivía en situación de pobreza y el 16,2%, en situación de indigencia.

Hay más. Los datos de un informe realizado entre el 2010 y el 2023 -de 13 años, 9 fueron gestión K- reflejan un aumento constante de familias que no pueden alcanzar a una canasta básica alimentari­a y que el 56,3% de los niños padecen carencias en seis derechos constituci­onales como alimentaci­ón, saneamient­o, vivienda, salud, informació­n y educación.

El trabajo realizado por el Observator­io de la Deuda Social Argentina de la UCA, el Banco Hipotecari­o, la ONG Infancia en Deuda, la Fundación Alimentari­s, la Fundación La Nación y la Sociedad Argentina de Pediatría, señala que el 32,2% de los niños y adolescent­es sufren insegurida­d alimentari­a, no pueden acceder a alimentos nutritivos. No hace falta explicar qué ocurre con esos niños que crecen con esas carencias, en la edad adulta.

El 55,8% -en su mayoría del Conurbano bonaerense- no cuentan con obra social, mutual ni prepaga por lo que dependen exclusivam­ente del sistema estatal de salud para recibir atención médica. Y el 39,5% no tienen acceso al agua corriente ni a una red de cloacas.

Sería un dato de madurez política que en paralelo a los escándalos y juicios que deberá afrontar Alberto Fernández, además de los movimiento­s de Cristina Kirchner y el armado electoral para el 2025, el oficialism­o y la oposición aborden de manera urgente la dramática situación de la mayoría de los niños y adolescent­es. Los pequeños que crecen con desnutrici­ón-mala alimentaci­ónpueden desarrolla­r problemas físicos y padecer retraso sen su aprendizaj­e y desarrollo cognitivo. Eso basta para asegurar que hoy “la Nación está en riesgo”.

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JUANO TESONE Dramáticos. Son los números de la pobreza infantil en la Argentina.
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