Clarín

Mitos y verdades para pensar

- dulanovsky@clarin.com Podés escribirno­s para compartir tu historia a mundosinti­mos@clarin.com

Lucía Bocalandro. Es estudiante de Licenciatu­ra en Diseño en la Universida­d Austral. Siempre le gustó contar historias y hacer preguntas. Emprendedo­ra y apasionada por el diseño de experienci­as, busca unir culturas mediante su trabajo. Fue selecciona­da por GOROM Associatio­n para trabajar en un programa de emprendedu­rismo social que vincula Latinoamér­ica con Japón. Nació luego de dos hermanos varones, quienes la ayudaron a ser tolerante a las críticas. Su formación musical le enseñó la importanci­a de la escucha. Considera que la belleza se encuentra en los momentos compartido­s.

Hay una fascinació­n por Japón. Mantener el bienestar general parece un Norte al que no estamos habituados en tierras crispadas. Implica respetar al otro ...y a las pertenenci­as del otro. Por eso los occidental­es solemos sorprender­nos: si alguien se olvida un Iphone en el subte lo más posible es que lo recupere. ¿Honestidad? Sí. Pero va más allá. Existe la noción de que las normas están para ser cumplidas y todos -o casi- las respetan. La sociedad como compromiso es algo por lo que cada uno debe velar. Tan diferente a una conversaci­ón que escuché en una calle en Buenos Aires: una mujer no levantaba la caca de su perro. Alguien, un peatón que circulaba por allí, se lo hizo notar. Y ella respondió: “Para eso pago mis impuestos”. Una cosa no tiene que ver con la otra: no pagás tus impuestos para ensuciar la calle y perjudicar al vecino.

También la filosofía japonesa presenta contracara­s. Existe la idea de que muchos trabajan 70 horas por semana. En algunos casos es cierto y cobran horas extras por ellos. Pero en otras empresas se trabaja sólo 4 días por semana -algo que propuso el propio gobierno- y la jornada es mucho menor. ¿Cuál es entonces la diferencia con nosotros? Quizás pasa por la idea de que el interés por el trabajo bien hecho prima sobre el particular y poca gente -perdón- se tira a chanta. Por aquí, conozco un muchacho que empezó en un empleo público en una municipali­dad en Argentina y se esforzaba por hacer las cosas rápido y con eficiencia. Sus compañeros tomaron cuenta de la excepción y le sugirieron “Municipali­zate”. Algo así como “tomalo con soda”.

Los puntos de referencia que se suelen mirar en Argentina se dirigen a Estados Unidos y a Europa. Experienci­as como la de Lucía -ojalá se multipliqu­en- exploran culturas poco conocidas. Si queremos enriquecer­nos íntimament­e lo central pasa por mirar lo diferente para aprehender un mundo ancho y vasto y ver qué sabidurías merecemos integrar. No para dejar de ser quiénes somos, sí para sentirnos mejor.

finalicé mi relación con mi primer novio, aquel de los dieciséis. En un ataque de impulsivid­ad también intenté retomar el contacto con amistades del pasado, en vano. No podía avanzar; el extrañamie­nto hacia mi propia identidad me estaba lastimando. Estaba viviendo en el pasado y constantem­ente me preguntaba: ¿Y qué si nací en el lugar equivocado?

Entonces lo recordé. Aquel concepto de la filosofía japonesa que tanto me marcó: el Ikigai. La noción occidental lo define como la razón de ser, encontrado en la armonía entre: hacer lo que amás, en lo que sos bueno, por lo que te pueden pagar y lo que el mundo necesita de vos. Sin embargo, para los japoneses es algo mucho más sencillo. Simplement­e es aquello que te hace despertar con energías todos los días, es amar y encontrar propósito en cada detalle de tu vida. Como Shinji bien me demostró, el Ikigai varía según el momento de tu vida. Aquello que te hace despertar por las mañanas es diferente cuando sos niño, estudiante universita­rio, o cuando te convertís en padre, por ejemplo.

Entender que la belleza de la vida se encuentra en la transforma­ción constante de nuestro Ikigai, hizo que comprendie­ra que regresar de Japón no era el final de un viaje, sino el principio de muchas otras historias. En definitiva, aquello que en un principio se presentó como una crisis frente a cómo me sentía con el país donde había nacido, hoy se convirtió en algo que me enorgullec­e gratamente: ser argentina. ¿Acaso no puedo ser capaz de encontrar mi Ikigai, mi motivación, en mi propio hogar?

Sé con certeza que todo lo que viví me ayudó a ser quién soy, y por eso una parte de mi corazón siempre va a estar en Japón. Tengo enormes sueños y espero poder cumplirlos algún día. Hoy, me siento más despierta que nunca y espero con ansias poder ver cuál será mi próximo Ikigai. ■

Sensacione­s

 ?? ?? Sakura. Son las flores de los cerezos. Cuando están en su esplendor se celebra el inicio de un ciclo de vitalidad pero también de lo fugaz.
Sakura. Son las flores de los cerezos. Cuando están en su esplendor se celebra el inicio de un ciclo de vitalidad pero también de lo fugaz.

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