Clarín

Libros resucitado­s: ¿cuáles te llevarías al más allá?

- dbaccaro@clarin.com

Se hizo buen lector porque no sabía bailar. Y tal vez por eso nunca pisó el Club Regatas, rarísimo para un pibe de Avellaneda de aquella época. ¿Qué adolescent­e de este lado del Riachuelo no bailó su primer lento en el Regatas, una de las cunas del remo argentino? En la década del ‘70 el club llegó a tener más de 80 botes, pero poco a poco los remeros se esfumaron por la contaminac­ión de las aguas, como también empezaron a apagarse las luces amarillas de aquellos bailes memorables que llegaban a reunir a más de 15 mil jóvenes por noche. Los de mi cuadra, por ejemplo, solíamos ir en malón, siempre con una “madre de guardia”, la señora que se sentaba allá en el fondo y nos espiaba de lejos. Esos bailes, que comenzaron en los años ‘40 y terminaron en los ‘80, marcaron muchas juventudes. Pero no es ese el punto ahora.

El escritor y psicoanali­sta Luis Gusmán cuenta en su “Avellaneda profana” que se abrazó a los libros porque no sabía bailar. Y que las letras de tango fueron su primera biblioteca. Con ellas -amplía- aprendió la traición, la venganza, la amistad, la vida y la muerte. Pero antes, mucho antes de eso, debió encontrar -como Graham Greene en “La infancia perdida”la llave para girar en la cerradura: aprender a leer. Porque entonces los libros “empiezan a despertar un entusiasmo que tiene algo de adivinator­io, de revelación, de un mundo por descubrir”.

A la vuelta de los años, Gusmán -con ocho decenios encima- se atreve a cambiar la trillada pregunta qué libro te llevarías a una isla desierta por qué libro te llevarías al más allá, a la resurrecci­ón. Habla de los libros resucitado­s, esos que “cada tanto no encontramo­s pero nunca se pierden”. Esos a los que uno les concede la mayor de las lealtades: la relectura. Esos que pueden sobrevivir a mudanzas y divorcios.

“Qué sucede con la biblioteca cuando se produce una separación? Es como la libra de carne: ¿cómo separarla sin que se derramen unas gotas de sangre? ( ...) Esos sentimient­os que en las mudanzas nos dejan mudos, cuando ya no podemos aferrarnos al libro que era nuestro pero que, sin ninguna lógica ni legalidad, ahora es del otro”.

Gusmán -librero en su juventud- habla de “su reserva textual”, de los libros que pese a todo siempre están dando vueltas por la mesa de luz.

En su caso, Rojo y Negro, Crimen y Castigo, Viaje al fin de la noche, Ferdydurke...

¿Y en el nuestro? ¿Cuántos podríamos poner en el equipaje para llevar al más allá?

Flaubert sostenía que son cinco o seis los que habría que releer todos los días y al resto “conocerlos y nada más”.

Su Madame Bovary, por caso, seguro estaría en mi mochila, junto a Ana Karenina, El extranjero, Patria, Bomarzo, Las Flores del mal y tal vez este de Gusmán, melancólic­o y alegre, por ese tironeo suave hacia el barrio, la niñez y la primera biblioteca, porque -como dice él, “un día fui yo quien cruzó el puente y dejó atrás Avellaneda. Al menos eso creía”.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina