Clarín

“Godzilla” vuelve a sus raíces japonesas con toda la fuerza

Es la primera película nipona en ganar el Oscar a los efectos visuales. No está relacionad­a con la saga de Warner Bros. ni tiene nada que envidiarle.

- pscholz@clarin.com Pablo O. Scholz

Fue la ganadora del Oscar a los mejores efectos visuales. Cuando en la ceremonia de este año Godzilla Minus One se llevó la estatuilla, marcó un hito: nunca una película japonesa había vencido en ese rubro. ¿A quién le ganó? A Guardianes de la galaxia Vol. 3,

de Marvel, a Misión: Imposible Sentencia Mortal Parte 1, la de Tom Cruise, a Napoleón, de Ridley Scott, y a Resistenci­a.

Y tienen que ser buenos los efectos para ganarles los técnicos hollywoode­nses. No sorprendió tanto, porque en la temporada de premios venía ganando una tras otro. Pero no alcanzó para que en la Argentina se estrenara en cines. Ahora llegó al streaming de la mano de Netflix.

Y bueno, por más que se tenga un televisor de 60 pulgadas y un home theater en el living, no es lo mismo apreciar los efectos en la pantalla de la tele que en una pantalla de cine.

Una pena que no la hayan estrenado en salas aquí, porque la película se ve muy bien, los ataques del monstruo marino del título parecen reales (salvo cuando pide sa la tierra: ahí se mueve como un Minion). Y sí: es un monstruo grande y pisa fuerte.

Casi 70 años después del estreno de la película original, Godzilla Minus One devuelve a la bestia titular a sus raíces como metáfora la ansiedad y el dolor de la posguerra en Japón.

La película -no tiene nada que ver con la saga de Warner Bros de la que este año se estrenó Godzilla x Kong: El nuevo Imperio-, arranca al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando Koichi, un joven piloto kamikaze (Ryunosuke Kamiki) aterriza de repente aduciendo que algo andaba mal en su avión, lo cual era mentira.

Koichi no quería morir en vano, pero cuando Godzilla salga de la nada, ataque el lugar donde está y él no atine a dispararle, sí se querrá morir.

El filme va a seguir a Koichi a lo largo de unos años, cuando se cruce con Noriko, otra joven, que lleva en brazos a una beba, pero que no es suya: ella se hizo cargo ante la muerte de su verdadera madre por el ataque de Godzilla.

Y también lo veremos cuando lo llamen para intentar acabar con el monstruo, que es capaz de destrozar buques en el mar o derrumbar con su cola edificios enteros.

Es que Godzilla, como ya sabemos, es una fuerza de la naturaleza, una alegoría monstruosa del apocalipsi­s nuclear. Sin la mano del hombre y la construcci­ón de la bomba atómica, no existiría.

Lo curioso es que los momentos más impactante­s de la película no giran solamente en torno a Godzilla, sino a los humanos. Así, observamos a través de los ojos de Noriko el ataque del monstruo a la ciudad de Ginza y su devastador­a explosión atómica. Como correspond­e a un filme japonés, Noriko se sacrificar­á para salvar a Koichi, o algo así.

Es una pena que en la Argentina no la hayan estrenado en salas.

Después de que Godzilla utilice su, llamémoslo, aliento atómico, aparecen escamas en su cuerpo. El monstruo tiene la capacidad de regenerar sus heridas, por lo que parece imbatible. Pero claro, ahí está nuestro antihéroe, que sigue penando por no haber salvado a todos los soldados en aquel primer ataque de Godzilla. Y tratará de redimirse.

Tal vez Godzilla Minus One tenga demasiados momentos en los que lo melodramát­ico se apodera de la pantalla. Pero allí está, en el mar, Godzilla para emerger de las profundida­des y crear asombro. El propio director supervisó el trabajo de los técnicos: él mismo proviene del rubro de los efectos especiales, uno de los motivos por los que Godzilla Minus One bien vale la pena ver.w

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Furia. Situado al final de la Segunda Guerra, este filme es una metáfora del dolor de la posguerra en Japón.

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