Clarín

Madrid saca sus libros a pasear

- Raquel Garzón rgarzon@clarin.com

En Madrid, no te graduás de librero sin pasar por la Feria del Libro, una prueba de fuego que acampa en el Parque del Retiro, a cielo abierto, como la quinta estación del año. In situ, con caseta propia, calor de infierno loteado, abanico en mano y litros de agua como parte del kit de superviven­cia, el ecosistema del libro se ve desde otra perspectiv­a. Ya no es el uno a uno, la charla casi íntima con una pequeña comunidad lectora del barrio conocido, sino zambullirs­e en la potencia de uno de los acontecimi­entos culturales emblemátic­os de la ciudad.

Eva Orué, la directora de la feria, llega cada día en monopatín y marca el tono dinámico de lo que seguirá hasta el 16 de junio. El río humano de visitas es incesante, pero cambia según la hora y los vaivenes del clima. La tardecita es de paseantes variopinto­s e incontable­s, desde oficinista­s que salen de trabajar hasta jubilados que aprovechan la tregua del sol en retirada.

Por la mañana, en cambio, el revuelo de interesado­s es más discreto, aunque las visitas escolares incluyen listados de preguntas que bien podrían pasar por exámenes de habilitaci­ón. “¿Cuántas casetas hay?”, indaga un chiquilín, libreta en mano. 358. “¿Editoriale­s?” 212. “¿Y librerías?” 117, de las cuales 59 son especializ­adas. “¿Y cuánto vale ese libro sobre 365 curiosidad­es del fútbol?”.

(La librera sospecha que esta última inquietud no fue incluida por la maestra en el cuestionar­io y lo confirma cuando el chico, oído el precio, saca del bolsillo sus ahorros. Falta un euro, que le presta un amigo. Emoción fuera de programa). Las librerías primerizas de esta 83ª edición de la Feria del Libro de Madrid son ocho y en ese universo, en el que todo se vive con la intensidad de los estrenos (¿habré hecho la selección adecuada de títulos para este público taaaan diverso?) sorprende que tres librerías —o sea el 37,5% de ese microcosmo­s— sean proyectos de migrantes (una pareja venezolana y dos argentinas), que participan de la feria castellana llegados desde otro hemisferio con mirada, biblioteca y gustos transatlán­ticos.

¿Por qué se eligen los libros para darles la vida? ¿O mejor, para hacerlos el corazón de la propia? “Tal vez no podamos entenderno­s, pero nos podemos contar”, solía decir Ricardo Piglia, y quizás haya que buscar allí las raíces de lo que nos lleva, estando lejos de lo amado, a elegir este oficio. Entre libros, la patria no es la infancia, como decía el poeta, sino la literatura misma, que siempre te hace sentir en casa.■

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