Seis meses en el callejón de la brutal guerra de Gaza
Son épocas de malas noticias. La guerra en Gaza cumple este domingo seis meses sin que el poderoso ejército israelí haya derribado al liderazgo del grupo terrorista Hamas ni fulminado la totalidad de sus milicias. Hay, en cambio, una montaña de 33 mil muertos, en su mayoría civiles no combatientes, que arrebatan con su tragedia la victoria a Israel en la guerra de propaganda. Los más de dos millones de sobrevivientes ahí son zombis expuestos a epidemias y hambrunas si es que las bombas no se ocupan antes de ellos.
Todo es un recorrido de espanto que instala una bruma sobre el asalto del 7 de octubre por parte de Hamas que disparó esta crisis con el asesinato de 1.200 civiles, en uno de los hechos más graves contra el pueblo judío desde el Holocausto. Por encima de aquel antecedente solo se ven las imágenes de una arrasadora aplanadora militar que convierte a Gaza en el mayor campo de refugiados del mundo tapizado de los escombros de lo que fueron sus ciudades, hospitales y viviendas.
Algo ha fallado. La estrategia de Benjamin Netanyahu y sus ministros integristas no es inocente, pero encerró al gobierno en una pinza externa e interna. Todas las semanas se repiten marchas en el país en reclamo de que el premier a cargo de la guerra renuncie y anticipe elecciones. Lo demandan siete de cada diez israelíes, dicen los sondeos. Esa enorme mayoría coincide en que Hamas debe ser eliminado pero no confía en el mandatario. Advierte que ha convertido al conflicto en una herramienta política personal, como le achacan desde la Casa Blanca. Esa tensión se agravó esta semana cuando el líder opositor Benny Gantz, un popular político, ministro en el gabinete de guerra creado por el conflicto, tras un viaje a EE.UU. propuso adelantar elecciones para setiembre, lo que forzaría la caída del Ejecutivo. Es la primera cuña grave en la estructura del poder.
Netanyahu intenta ignorar esas presiones porque sabe que sus aliados no abandonarían a Israel y, además, debido a que en el llano podría acabar en la cárcel por sus causas de corrupción. Al mismo tiempo, los partidos minoritarios ultranacionalistas y ultra religiosos que lo acompañan, protegen la alianza porque aspiran a limpiar de palestinos ese territorio e idealmente también a Cisjordania, administrada por el debilitado gobierno laico de Ramallah, enemigo de Hamas. Es una ilusión absurda. Suman 5 millones los palestinos, dos en la Franja, los otros en el territorio ocupado por más de 800 mil colonos y no tienen intención de abandonar sus tierras.
La consecuencia de esas ambiciones fundamentalistas es que más temprano que tarde Israel deberá hacerse cargo de esta población porque fulminó la única solución sensata que era la creación de un Estado Palestino. Y lo ha hecho potenciando clandestinamente a Hamas para mantener dividido el campo adversario como se le reprocha a Netanyahu.
En ese panorama confuso, que suma la ausencia inexplicable de un plan consistente para el día después de la guerra, la coalición se desliza sobre el filo de una navaja. Nadie erraría si supone que el gobierno confronta el momento de mayor riesgo para su estabilidad. Por eso surgen suspicacias frente a una serie de graves y sugestivos acontecimientos en los últimos días.
El fin de semana pasado Israel causó cerca de medio centenar de muertos en un bombardeo sin precedentes sobre Aleppo, en Siria, la mayoría soldados de ese país y milicianos de la organización Hezbollah que vigilaban ahí depósitos de armas. Luego, este lunes, sus aviones bombardearon la sede del Consulado de Irán en Damasco, un edificio protegido por la Convención de Viena. El ataque mató a un puñado de altos oficiales, entre ellos Mohammed Reza Zahedi, el líder de la Guardia Revolucionaria en el exterior.
El último capítulo de la saga sucedió el martes cuando una caravana humanitaria con sus vehículos identificados y en una ruta acordada con el ejército, fue arrasada con tres misiles. Uno de ellos hizo blanco directo en el logo del techo de uno de los autos de la ONG a cargo, la World Central Kitchen, del chef español-norteamericano José Andrés. Siete operativos internacionales de la organización murieron en el ataque.
Un hilo común parecería enlazar estos episodios. Los golpes en Siria, contra Hezbollah e Irán, serían una prueba de resistencia para una reacción que si se configura encendería una guerra ampliada en la región. La escalada dispararía una alianza automática de las potencias occidentales con Israel
Este domingo se cumple el primer semestre del asalto terrorista a Israel que disparó una guerra de polémica conducción y resultados.
disolviéndose los cuestionamientos. Al mismo tiempo, se preservaría el Ejecutivo a nivel local neutralizando la presión callejera y la demanda de urnas anticipadas.
El ataque contra la sede diplomática en Damasco expuso también los límites de EE.UU. para contener a su aliado. Washington se encamina a aprobar la venta de cazas F15 a Israel en un paquete de US$ 15 mil millones, según fuentes de la Casa Blanca a la CNN. En este contexto, ese paso implica un grave costo político para Joe Biden en campaña electoral y con sus bases que le recriminan el respaldo a esta conducción de Israel. Hasta Donald Trump se alejó de Netanyahu por el enojo que causa entre los votantes liberales.
Ese trasfondo explica la ríspida conversación de los mandatarios este jueves en la cual Biden le advirtió a Netanyahu que condicionará la ayuda norteamericana a la protección verificable a los civiles y a la disposición de un cese del fuego inmediato. No es claro que ese último punto vaya a ocurrir. La Casa Blanca lo sabe y calibra no autorizar el uso de sus armas para el asalto que el líder Israelí planea en Rafah sobre la frontera con Egipto, donde se acumula un millón y medio de desesperados, con el costo en vidas que supondría la ofensiva.
El ataque al convoy humanitario abortó, a su vez, la alternativa de una ruta naval desde Chipre que brinde un caudal decisivo de asistencia alimentaria. Los barcos de la ONG, con toneladas de alimentos sin distribuir, abandonaron Gaza, y las otras organizaciones en el terreno se retrajeron. Una evolución que celebran las formaciones ultras del gobierno opuestas a brindar ayuda a la población de Gaza con el pretexto de que beneficiaría a Hamas, pero con la inocultable esperanza de que la calamidad agravada produzca una estampida y la gente escape a Egipto para no volver. Es el hambre como arma.
Netanyahu se apresuró a disculpar a sus soldados. “Fue sin intención. Cosas que suceden en las guerras”, farfulló. Biden lo repudió: “No es un incidente aislado”, sostuvo, marcando que se trata de un método. La ONG excluyó el relato del error. “Fue un ataque militar dirigido”, dijo el chef Andrés. Al mismo tiempo fuentes militares revelaron a Haaretz sobre “unidades en el campo que deciden lanzar ataques sin ninguna preparación y lejos de la protección de nuestras fuerzas”. Notable autonomía.
Recientemente la BBC de Londres publicó un reportaje en Cisjordania con entrevistas a colonos, entre ellos una dirigente del movimiento Nachala (Patria), Daniella Weiss que “organiza” la mudanza de sus seguidores a Gaza, “preferentemente al área de la playa” frente al Mediterráneo. Confrontada por los periodistas sobre la presencia de la población palestina, la descartó. “El mundo es ancho, África es grande, el mundo absorberá al pueblo de Gaza, los buenos árabes no quieren vivir ahí”. La mujer no niega que lo que plantea sea una limpieza étnica. “Llámalo como quieras, limpieza o apartheid -dijo-, yo elijo la forma de proteger al Estado de Israel”.