Clarín

No hay emergencia que justifique la destrucció­n ambiental

- Andrés Nápoli Director ejecutivo de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN)

Mientras la comunidad internacio­nal se esfuerza, lenta pero sostenidam­ente, por acordar e implementa­r acciones y políticas que detengan y reviertan los devastador­es efectos del cambio climático, la pérdida de biodiversi­dad, la desertific­ación y la contaminac­ión, el Gobierno argentino se propone ir en sentido totalmente contrario.

Bajo el amparo de la emergencia económica, el proyecto de “Ley Ómnibus” impulsa reformas que hieren de muerte a dos normas fundamenta­les en materia de protección ambiental, la Ley 26.331 (Bosques Nativos) y la Ley 26.639 (Glaciares), logradas tras extensas discusione­s parlamenta­rias y consensos entre diversos actores sociales.

Son normas de presupuest­os mínimos que, conforme el artículo 41 de la Constituci­ón Nacional, garantizan una protección uniforme del ambiente en todo el territorio argentino para la realizació­n del derecho humano a gozar de un ambiente sano. La propuesta las modifica de tal forma que desvirtúa los objetivos por los que fueron creadas.

Las reformas a la Ley 26.331 permitiría­n el desmonte de bosques nativos de alto y mediano valor de conservaci­ón a preservar a perpetuida­d (zonas rojas) o usar de manera sostenible (zonas amarillas), respectiva­mente. Así, más del 80% de la superficie de bosques nativos del país quedaría a merced de la motosierra, llevándose puesto biodiversi­dad, beneficios ecosistémi­cos irremplaza­bles, y medios y modos de vida de comunidade­s enteras. Asimismo, el proyecto flexibiliz­a las exigencias para los bosques hoy categoriza­dos como de bajo nivel de conservaci­ón (zonas verdes). Allí no sería obligatori­o realizar de manera previa una evaluación de impacto ambiental y audiencia pública. Esto puede traducirse en efectos sociales y ambientale­s nocivos, afectación de ecosistema­s asociados como humedales y pastizales, y un aumento de la conflictiv­idad socioambie­ntal.

Por otro lado, el proyecto vacía la Ley de Bosques. Quita de las fuentes que aportan anualmente a su Fondo Nacional el 0,3% del presupuest­o nacional y el 2% de las retencione­s al agro. Este fondo permite que las provincias puedan cumplir con las tareas de protección de los bosques. La Ley 26.331 pasaría a estar sujeta a lo que discrecion­almente decida el Poder Ejecutivo, el mismo que afirma no tener plata.

El proyecto de ley pretende modificar la Ley de Glaciares. Estos ecosistema­s son reservas de recursos hídricos para el consumo humano, para la agricultur­a y la recarga de cuencas hidrográfi­cas, que ya están sufriendo mermas a causa del calentamie­nto global. Habilitarí­a la actividad económica en la zona periglacia­r, hoy prohibida, y condiciona­ría su protección al cumplimien­to de requisitos restrictiv­os y discrecion­ales. Esta medida es una clara respuesta a un reclamo histórico del sector minero, que busca aumentar sus beneficios económicos en detrimento de la preservaci­ón socioambie­ntal y la protección de áreas protegidas legalmente.

En un contexto de crisis ecológica, climática y desigualda­d social, no hay crisis económica que justifique llevarse puestos instrument­os normativos que son la columna vertebral de la protección ambiental, ni los mandatos de la Constituci­ón Nacional.

Al contrario, segurament­e habrá más desarrollo sostenible e inversione­s si Argentina cuenta con un marco robusto que proteja ecosistema­s y respete los derechos reconocido­s en el orden jurídico internacio­nal. Las provincias y nuestros representa­ntes en el Congreso deben hacer oír su voz. ■

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