Floralis: la gran máquina porteña que anda “a mano”
La escultura tiene un mecanismo que abre y cierra los pétalos y debería ser automático. Le falta mantenimiento y hasta llegó a estar intrusada.
Con matices, 2024 podría traer buenas noticias para uno de los íconos porteños, la Floralis Genérica. Por un lado, fue reparado el sistema mecánico que le permite abrir sus pétalos. Por el otro, las reparaciones alcanzan para que se abran manualmente, no de manera automatizada.
¿Podría ser la oportunidad para ver nuevamente en acción a la Floralis? ¿Una suerte de calendario de apertura de sus 6 pétalos? ¿La posibilidad de volver a ver a pleno los pistilos que se iluminan de noche?
La Floralis es una postal de la Ciudad. Fue diseñada y donada por el arquitecto argentino Eduardo Catalano. En mayo del año pasado cumplió 20 años encantando con su brillo; de día, de noche, con cielo celeste, con cielo plomizo. No importa el entorno, tiene un atractivo magnético. Y casi no hay momento en que no se encuentre frecuentada por vecinos y turistas.
Por otra parte, el nuevo mobiliario del parque Naciones Unidas ayuda. Se colocaron reposeras -algunas de madera, otras de concretocasi como plateas preferenciales hacia la flor. También hay bancos y mesas tipo picnic.
Sin embargo, muy lamentablemente, cuando se fija la mirada o se hace un zoom con el lente de una cámara o de un teléfono, comienzan a verse las imperfecciones y la falta de mantenimiento en la flor; sobre todo, en los pétalos. El mantenimiento -o la falta de- ha sido una constante en esta obra.
Cuando Catalano diseñó la flor, encontró en el país un sitio que podía materializarla: la sede local de la Lockheed Martin Aircraft, una de las mayores multinacionales dedicadas a la fabricación de aviones y sistemas de defensa. En Córdoba, la empresa estadounidense tenía en concesión lo que hoy es la Fábrica Argentina de Aviones Brigadier San Martín (FAdeA), que regresó a manos del Estado en 2009.
Esto explica que sus pétalos luzcan como alas de un avión; el propio Catalano describió la construcción como "muy compleja". Cosa que se evidenció con los años.
Esta flor de acero y aluminio pesa 18 toneladas y mide 24 metros de alto. Sus seis pétalos deberían
abrirse a las 8 de la mañana y cerrarse todas las tardes. Pero pasaron cosas: por un lado, los vientos que afectaron su estructura. Al abrirse, los pétalos gigantes generaban resistencia. Por el otro, el
vandalismo. Y, aunque suene inverosímil, la sala de máquinas estuvo intrusada.
Es así que lleva muchos años con un funcionamiento errático. Respecto al mantenimiento, depende de la Comuna 2 (Recoleta). En diálogo con Clarín, el nuevo presidente comunal, Agustín Fox (Juntos por el Cambio) confirmó que el sistema se encuentra "en funciones, pero no así la automatización".
"Sin dudas que este monumento identifica a la Ciudad y también a nuestro barrio. Es nuestra intención recuperarlo para el disfrute de todos", dijo. Lo cierto es que el mantenimiento y la puesta en valor de esta obra monumental abre un interrogante: ¿es factible para el presupuesto de una comuna hacerse cargo de la Floralis ?
Se esperan cambios en la estructura ministerial de la Ciudad; especialmente vinculado al área de la ex ministra de Espacio Público e Higiene Urbana, Clara Muzzio, hoy vicejefa de Gobierno. Por eso, no fue posible contar con una voz oficial sobre este tema.
La Floralis hace rato se subió al podio de monumentos más representativos de la Ciudad. Lo comparte con el Obelisco de Alberto Prebisch y el Puente de la Mujer de Santiago Calatrava. Un podio subjetivo, por supuesto.
Luego de una brillante carrera en Estados Unidos, Catalano decidió poner en práctica una costumbre muy arraigada en ese país: "Vengo de la cultura estadounidense, que tiene sus defectos y virtudes. Entre las últimas está la filantropía", le dijo a Clarín el mismo día de la inauguración de la flor.
Catalano se recibió de arquitecto en la UBA en 1940. Después continuó sus estudios en Harvard, donde tomó clases con dos grandes maestros, referentes del Movimiento Moderno: el alemán Walter Gropius, fundador de la Escuela de la Bauhaus, y el arquitecto húngaro Marcel Breuer, quien dirigió en la misma escuela el taller de muebles (diseñó una silla icónica, la Wassily, y el Parador Ariston en Mar del Plata).
En Raleigh, Carolina del Norte, una calle lleva su nombre: Catalano Drive. Allí, en 1954, diseñó una casa que fue muy famosa y fue elogiada incluso por Frank Lloyd Wright, el arquitecto que diseñó el museo de Guggenheim de Nueva York. La consideró "la casa" norteamericana de la década. La construcción fue demolida el mismo año que Catalano comenzó a hacer la Floralis.