Alojamientos para la cuarta revolución industrial
Según la autora, los cambios tecnológicos, culturales y sociales impactaron en la forma de usar los espacios de hospedaje temporal, trabajo y ocio. A su vez, ayudaron a que el rol del hotel evolucione.
Vivimos emplazados en la cuarta revolución industrial, término acuñado en 2016 por Klaus Schwab (fundador del Foro Económico Mundial) para describir una era “que está desdibujando las líneas entre las esferas física, digital y biológica”.
Se trata de un momento caracterizado por la automatización, la robotización e inteligencia artificial, con un impacto importante en el mercado laboral, que precisa habilidades sin fecha de caducidad, tales como la resolución de problemas complejos, el pensamiento crítico y la creatividad, requisitos para el trabajador del futuro según el Foro Económico Mundial, y claves para una economía que ha pasado de ser productiva, física e industrial, a una digital y creativa. De hecho, las actividades más realizadas combinan la creación, producción, colaboración y distribución en lo que se ha llamado el ecosistema de la economía creativa.
Según la Unesco, las industrias culturales y creativas son uno de los sectores de más rápido crecimiento, con un valor global anual de 4,3 billones de dólares y casi 30 millones de puestos de trabajo. Algo que tiene un gran impacto en la industria hotelera, que ya lleva tiempo en la punta de lanza de esta transformación, en la que hay tres hitos claves en los últimos 15 años: el lanzamiento de Airbnb en 2008 (que, sin poseer edificios ni habitaciones, apunta a un nuevo paradigma: concebir el espacio como servicio); la apertura de Wework en 2010 (transformando el concepto de oficina en una plataforma para la colaboración y la creatividad) y rápidamente de otras marcas que le compitieron; y el Covid19, que aceleró la digitalización e impulsó de forma definitiva dos tendencias aparentemente contradictorias: el trabajo y la interacción se deslocalizaban (podíamos trabajar e interactuar a través de nuestras pantallas), y a la vez, cada vez había más gente que se sentía aislada y sola.
Todo lo anterior impactó en la forma de usar los espacios de alojamiento temporal, trabajo y ocio en las ciudades y contribuyó a que el rol del hotel evolucione, reinventándose, y centrándose en su contexto local y aprovechando su capacidad para unir a las personas. Veamos estas principales tendencias en torno a tres tipologías hoteleras: Hoteles tercer espacio (A), Hoteles entretenimiento (B) y Hoteles subcultura.
Los terceros espacios (A) tienen las siguientes características: neutral, inclusivo, principal actividad: la conversación, accesibilidad, todos bienvenidos, familiaridad, perfil bajo, sentirse como en casa y actitud lúdica.
Acuñado a finales de los 80, el tercer espacio se refiere a aquellos lugares que no son ni la casa (primer espacio) ni el trabajo (segundo espacio), en los que la gente se mueve libremente e intercambia ideas. Son espacios que fomentan la interacción social. En la industria hotelera, por ejemplo, esto implica que los vestíbulos que siempre han funcionado como entradas públicas al edificio, ahora son espacios sociales, dirigidos a los visitantes, los trabajadores y la comunidad local.
A su vez, la disrupción de los modelos basados en el acceso, centrados en el espacio como servicio, implica pensar esos nuevos usos para huéspedes y visitantes: zonas con redes privadas 5G, o terrazas y azoteas que sirven para reuniones de trabajo, fiestas, encuentros varios, al margen de espacios flexibles de restauración, con servicios altamente especializados como baristas y chefs. En los hoteles como Social Hub o Citizen M, la conexión con áreas locales y la interacción social genuina, con la ayuda de las últimas tecnologías, se han convertido en elementos centrales de las preferencias de los clientes.
En este contexto de necesidad de interacción, los festivales y los eventos han empezado de nuevo a tomar fuerza, y en todo esto, la economía creativa o economía naranja está tomando un fuerte impulso. De hecho, gracias a la tecnología, los nuevos terceros espacios permiten una mezcla de creación, producción, distribución y consumo para colectivos creativos que durante la pandemia estuvieron
aislados, atomizados y no siempre cercanos a su público. Algo que ha derivado en las otras dos tipologías, difícil de separarse: la del entretenimiento (B) y la de la subcultura (C).
La oferta musical y de entretenimiento es el modus operandi de Las Vegas. Desde 2013, varios hoteles del Reino Unido ofrecen este tipo de opciones. El Hotel Hardwick Hall en Teesside lleva programando grupos como los Manic Street Preachers, Kaiser Chiefs y Madness, el Hotel Elvethamen Hampshire organiza regularmente eventos familiares alrededor de la música y, recientemente, los hoteles U Music y Hoteles Universal ofrecen la música como elemento central en la identidad. Además, tienen espacios colaborativos para crear, tocar y disfrutar de la música. En Madrid acaban de inaugurar el histórico Teatro Albéniz, restaurado. A su vez, está la propuesta que Soho House hace con El Soho House Festival, en Gunnersbury Park, Londres, con acceso ilimitado a comida y bebida. Otro ejemplo es Faena, que además de hoteles son centros de arte en los que realizan actividades con artistas, o los hoteles Swire en Hong Kong, Beijín y Miami, que ofrecen un programa de activación en el que participan coreógrafos y diseñadores y donde los huéspedes son también creadores.
En un mundo basado en la hiperpersonalización y a su vez la necesidad de compartir y interactuar con otros, se produce un revival del fenómeno subcultura (C), definido por su no conformidad frente a la cultura dominante. Una tendencia emergente en la industria hotelera: la convivencia de artistas y consumidores de un determinado interés, ya sea musical o teatral. Algunos ejemplos son el hotel Ushuaia en Ibiz que, mediante un partnership con Apple Music ofrece experiencias de música electrónica colectiva y la posibilidad de crear fiestas privadas o grabar sesiones. O Concept Hotel Group, donde cada hotel tiene un concepto relacionado con una industria creativa, que va desde el diseño de arte, a la moda, la música o el cine y este año abrirán un hotel dedicado al diseño de moda. Los hoteles ACE se lanzaron en 2014. Además del interés por la cultura local, ofrecen la opción de residencia: Ace Artist in Residence (AIR) en los que las habitaciones son estudios. Además, acoge multiplicidad de eventos culturales y artísticos como presentaciones de libros, conciertos, sesiones de música electrónica, sesiones gastronómicas. En San Francisco el ACE Hotel tiene un teatro.
También hay hoteles para la subcultura gamer: el Arcade de Amsterdam ofrece habitaciones con temática de videojuegos y zonas de juego para los huéspedes.
Los hoteles tercer espacio, entretenimiento y subcultura comparten una orientación hacia la interacción social. Además, a medida que los hoteles se vuelven más visibles y accesibles dentro del paisaje urbano, quienes usan sus espacios lo hacen buscando una sensación de asombro y descubrimiento, de serendipia, en la que disfrutar y experimentar un hotel significa, además, encontrarse con desconocidos con quienes crear y colaborar. «